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Pierde el miedo a hablar en público

20 septiembre, 2021

Su nombre científico es “glosofobia” y en múltiples encuestas ha sido registrado como el miedo más grande para la mayoría de las personas, ¡incluso más que la muerte!

O sea que muchos preferirían morir antes que hablar frente a un grupo. Por supuesto, en un mundo en el que la interconexión humana forma una gran parte de nuestras vidas, esto puede resultar un problema importante.

Pero ¿no se suponía que éramos seres sociales? ¿Por qué algunos tenemos ese temor a ser oídos mientras otros se desenvuelven con tanta facilidad frente a una audiencia?

Todo comienza con nuestro cerebro. Ya hemos hablado en otros artículos acerca de cómo nuestros antepasados desarrollaron un mecanismo primitivo de supervivencia que se conoce como “reacción de lucha o huida”.

Este es el encargado de que, cuando nos enfrentamos a una situación desafiante (aunque no sea de vida o muerte) se acelere nuestro rimo cardíaco, aumente la presión arterial, nuestra respiración se torne agitada y se libere un coctel químico en nuestro torrente sanguíneo que nos rigidiza los músculos y produce sudoración, sequedad de boca y hasta náuseas y mareo.

Por supuesto, que identifiquemos el hablar frente a una audiencia como un riesgo es un aprendizaje, ya que no existe un peligro real. Esto puede deberse a que estamos acostumbrados a no decir mucho o a que sabemos que cuando alguien expone frente a un público y comete un error se vuelve motivo de burla.

Ya que nuestra participación puede ser “evaluada” por otros, nos envuelve una necesidad de hacerla perfecta.

Pero inconscientemente sabemos que no puede ser así; hay muchas variables, mucho que sale de nuestro control. Esto es lo que desata la ansiedad.

Entonces ¿cómo podemos superar el temor a hablar en público?

Domina tu tema

Sí, hablar en público está plagado de situaciones que no podemos predecir. Pero la clave no está en controlar todas esas, sino las que ya nos conciernen.

Es decir, entre más conozcas y comprendas el tema del que vas a hablar, menos posible será que cometas errores y, si sucede, serás capaz de ordenar tus ideas con rapidez.

Analiza con cuidado las partes más complicadas de tu exposición, por si tu público hace preguntas, y asegúrate de tenerlo todo claro y comprendido.

Crea un plan

De nada te serviría memorizar cien hojas de discurso palabra por palabra, pues solo se necesita una pequeña distracción para que pierdas el hilo de tus pensamientos.

No obstante, resulta muy útil tener una idea concisa de lo que vas a decir y en qué orden. Delimitar las secciones del tema y cuáles son los puntos clave de cada una te ayudará a mantener el control sobre lo que estás exponiendo.

Puedes anotarlo en tarjetas y practicarlo en voz alta, pero procura que solo sean una guía y no un guion.

Prepárate para lo peor

Cuando nos preocupa que algo malo vaya a suceder, nuestro primer instinto suele ser evitarlo.

Por eso, cuando existe ese riesgo en algo obligatorio o necesario nos sentimos fuera de control. Para contrarrestarlo, podemos recurrir a nuestra capacidad de planificación.

Piensa en todo aquello que puede salir mal durante tu exposición y realiza un plan de contingencia.

Si de pronto olvidas qué parte del tema sigue o te hacen una pregunta para la que no conoces la respuesta, ¿Qué harás en esas situaciones?

Tener una idea de cómo reaccionar ante circunstancias “de riesgo” (que no olvidemos, son improbables) nos devuelve la sensación de control, lo cual a su vez transmite seguridad.

Siéntete cómodo con tu voz

Para lograr esto primero debes encontrar tu voz y esto solo se consigue cuando practicas. Ya que tienes una idea de la estructura de tu tema, practícalo frente a un espejo.

Oye la cadencia que le das a la exposición y cambia tu tono y volumen para darle énfasis a la información más importante, para aligerar las partes más “aburridas” o para transmitir una emoción.

No se trata de repetir el discurso una y otra vez de manera robótica frente a un espejo, sino de apreciar los matices que puedes darle a lo que estás diciendo. Si quieres, puedes grabarte mientras practicas y después escucharlo.

Así también te sentirás más cómodo con cómo suena lo que dices además de que servirá para afianzar tus conocimientos.

Añade pausas en tu exposición

Con el ritmo de vida actual, a menudo nos parece que si nos detenemos un momento todo va a derrumbarse. Lo mismo pasa con el silencio. Hemos aprendido a reconocerlo como algo malo, como un estímulo aversivo. No obstante, se trata de una herramienta.

Cuando añades momentos de silencio a tu discurso, das la oportunidad de que tu audiencia reflexione lo que estás diciendo; permites que la información se asiente. Además, si llegas a perder el hilo de tus temas, puedes permitirte un momento para recordarlo, pues el público ya se sentirá cómodo con tus pausas.

Aclaremos: no se trata de reducir la cadencia de tu discurso y hablar lento o llenarlo todo de muletillas como “oh”, “ah”, “eh”, “este”, sino de tener control sobre cómo transmitir de la mejor manera la información a tu público.

Apóyate en tus seres cercanos

Si puedes exponer frente a un miembro de tu familia, un amigo o un colega, contarás con un punto de vista externo sobre qué tan claro es lo que estás diciendo, las partes que puedes explicar mejor y aquello que deberías evitar.

También te servirá para darte una idea de cómo se siente exponer frente a una audiencia, por lo cual tendrás más confianza al hablar.

Recuerda que eres humano

Nuestro deseo de no cometer errores para evitar el peligro de que puedan burlarse de nosotros tiene como base una idea de perfección.

Queremos aparentar frente a los otros que somos perfectos, aunque todos sabemos que nadie lo es en realidad. Por eso es bueno mantener en mente que es imposible no cometer errores o no equivocarse alguna vez, pues forma parte de nuestra condición humana.

Si llega ese momento en una presentación, olvida tu deseo de mostrarte perfecto y sé el primero en reconocerlo. Piensa en aquellas modelos que tropezaron en el escenario y se levantaron con una sonrisa.

¡Así es la vida! Las cosas malas y los pequeños accidentes les suceden a todos.

Reconoce el valor en lo que vas a exponer

¿Por qué sucede que aquellos conferenciantes que más logran llegar a la gente siempre son los más apasionados? Es como si transmitieran no solo información, sino un sentimiento o un estado de ánimo.

Esta “habilidad” surge porque creen en lo que dicen, entienden cómo su conocimiento puede aumentar el valor en la vida de su audiencia. Por eso debes saber qué quieres que tu público se lleve de tu exposición. ¿Cómo va a servir en sus vidas? ¿Cómo van a aumentar tus palabras su bienestar?

Una vez que consideres la belleza o la importancia de aquello que vas a exponer, el temor será reemplazado por pasión.

Es completamente normal sentir miedo al enfrentarnos a un público. En realidad, no importa qué tan preparado estés o cuántas veces lo hayas hecho, una parte de esa sensación permanece, pero con suficiente práctica es posible tenerla bajo control.

Piensa que muchas de las personas más influyentes del mundo tuvieron que pasar exactamente por lo mismo y luchar contra ese miedo. Es un paso incómodo, pero necesario en nuestro camino hacia el éxito y cuanto antes lo venzas, antes podrás cosechar los beneficios. Solo necesitas atreverte.

¿Tienes alguna duda? ¿Qué haces para hablar en público? Nos interesa leerte. No dudes en comentarlo. 😉

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